miércoles, 8 de diciembre de 2010

Relato de navidad. 2º

NAVIDAD NO ES UN CUENTO.

Se dice que, cuando los pastores se alejaron y la quietud volvió, el niño del pesebre levantó la cabeza y miró la puerta entreabierta. Un muchacho joven, tímido, estaba allí, temblando y temeroso.
- Acércate, le dijo Jesús. ¿Por qué tienes miedo?
- No me atrevo... no tengo nada para darte.
- Me gustaría que me des un regalo, dijo el recién nacido.
El pequeño intruso se pudo colorado de vergüenza y dijo:
- De verdad, no tengo nada... si tuviera algo mío, te lo daría... Mira...
Y buscando en los bolsillos de su pantalón andrajoso, sacó una hoja de cuchillo oxidada que había encontrado.
- Es todo lo que tengo, si la quieres, te la doy...
- No, contestó Jesús, guárdala. Querría que me dieras otra cosa. Me gustaría que me hicieras tres regalos.
- Con gusto, dijo el muchacho, pero... ¿qué?
- Ofréceme el último de tus dibujos.
El chico se pudo colorado de nuevo. Se acercó al pesebre y, para impedir que María y José lo oyeran, murmuró algo al oído del Niño Jesús:
- No puedo... mi dibujo es horrible... !nadie quiere mirarlo...¡
- Por eso lo quiero... siempre tienes que ofrecerme lo que los demás rechazan y lo que no les gusta de ti. Además, quisiera que me dieras tu plato.
- Pero... ¡lo rompí  esta mañana!, tartamudeó el chico.
- Por eso lo quiero... Debes ofrecerme siempre lo que está roto en tu vida, yo quiero arreglarlo... Y ahora, insistió Jesús, repíteme la respuesta que diste a tus padres cuando te preguntaron cómo habías roto el plato.
El rostro del muchacho se puso triste, bajó avergonzado la cabeza y murmuró:
- Les mentí... Dije que el plato se me cayó de las manos, pero no era cierto... ¡estaba enfadado y lo tiré con rabia!
- Eso es lo que quería oírte decir, dijo Jesús. Dame siempre lo que hay de malo en tu vida: tus mentiras, tus calumnias, tus cobardías, tus crueldades. Yo no voy a descargarte de ellas... No tienes necesidad de guardarlas... QUIERO QUE SEAS FELIZ y siempre voy a perdonarte tus faltas. A partir de hoy me gustaría que vinieras todos los días a mi casa.


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